Hombres y mujeres poblaban la sala, incluso algún que otro adolescente imberbe andaba por allí como perdido. La sala era enorme y oscura,como si estuviera bajo tierra, había recorrido tantos túneles, pasillos y corredores, subido y bajado tantas escaleras para llegar allí, que ni lo sabía, de hecho, creo que esa fue la intención del guía que nos llevó hasta la sala. Eramos un grupo de unos veinte, pero al entrar en la sala, eramos cientos los “invitados” a la reunión, sin contar los guardias de capucha negra que poblaban las paredes, ni la larga mesa que había al fondo en un estrado a cuatro pies del suelo.
Los “invitados” teníamos todos la misma expresión en el rostro, a ninguno nos habían llevado a la fuerza, pero no es que nos hubieran dado otra opción. Lo primero que pasó por mi cabeza es si todos compartíamos la misma condición de malditos, de hijos bastardos de la luna.
La mayoría vestíamos ropas humildes, trabajadores, granjeros, hilanderas, cazadores y demás grupos de la plebe, pero había en un rincón un grupo que vestían con ropas mejor cuidadas, como si fueran ricos comerciantes o señores menores, y la expresión de su cara era muy distinta, de autosuficiencia, aunque creí ver algo de duda en sus ojos, pero no se, estaba muy lejos para asegurarlo...
De repente, los guardias de las paredes, empezaron a golpear el suelo con sus lanzas, todos a la vez, todos al mismo ritmo, como si estuviera ensayado, y puede que asi fuera, pues en cuanto se hizo el silencio y solo se oían los golpes, fueron apareciendo hombres y mujeres maduros de los laterales de la sala, para ir a sentarse en la larga mesa. La mayoría eran ancianos, hombres y mujeres de cabellos blancos y túnicas negras, de rostro solemne y mirada penetrante, pero había con ellos una joven, una muchacha que no pasaría de los 25 años, una larga cabellera negra que brillaba a la luz de las antorchas enmarcaba una tez blanca como el algodón, me recordó la visión de la luna llena, rodeada de negrura y con los puntos de luz de las estrellas alrededor. No penséis que me enamoré perdidamente al verla, simplemente contemple la belleza de su rostro como quien contempla el amanecer tras una noche oscura, me pareció una dama de gran belleza, ya está.
Los guardias pararon al unisono una vez se hubieron sentado los que acababan de llegar, entonces salió otro hombre, al que parecer le gustaba la buena mesa, dada la amplitud de su cintura, y habló con voz potente:
No temáis, nadie va a haceros daño, al menos dentro de estos muros, pues por eso mismo estáis aquí, para protegeros. Todos lleváis la marca del lobo, todos sois hijos de la luna, todos – y para decir esto último se tomo su tiempo – sois licántropos.
Un murmullo general recorrió la sala, parece ser que no era el único que ya había contemplado esa posibilidad. Levantó las manos pidiendo silencio:
Estáis aquí por una sola razón, los vampiros os superan en número como nunca antes había pasado, son demasiados, y lo peor de todo, han decidido acabar con vosotros. - El silencio fue absoluto.- Aunque no todos, sois un número importante de los de vuestra especie los que aquí os encontráis. Nosotros no iremos a la guerra, nos dedicamos a cuidar el equilibrio, solamente, jamas matamos matamos mas de lo necesario, y en este caso, preferimos no hacerlo. Ahora, os ruego un absoluto silencio, pues nuestra dirigente y soberana, quien desde hace siglos ha conseguido mantenernos ocultos, os va a hablar.
Se retiró a un lado tras inclinarse hacia la mesa. Yo esperaba que se levantara la mujer más anciana de la mesa, cual fue mi sorpresa cuando fue la joven la que se levantó. Al hablar su voz era dulce, pero estaba cargada de una gravedad que solo dan el paso de muchos años:
Licántropos, soy la Princesa del Reino del Caos, hija de Zahlam, y soberana de estas tierras ocultas a los ojos de los hombres, y este de aquí es mi consejo, como antes lo fueran de mi padre. Ya sabéis lo que ocurre, pero no el por qué estáis aquí, pues os lo diré, estáis aquí para ser entrenados en el arte de la guerra. En una guerra abierta no tendríais ninguna posivilidad, pero tal vez la tengáis en una guerra de guerrillas, pero no ahora, ni siquiera la mitad de vosotros mantiene la voluntad al transformarse, y muy pocos dominais la sed de caza. Estáis aquí para esas dos cosas, para adquirir voluntad y dominio sobre la maldición. Pero aún así, no puede librarse una guerra peleando unas noches al mes, así que se os entrenara en el arte del combate, se os enseñará a manejar la lanza, el escudo y la lanza, el arco y la flecha, parte de la fuerza, de la agilidad, la velocidad y la visión del lobo os acompaña durante el resto del mes, sobre todo de noche. Se os convertirá en guerreros, para que podáis plantar cara a los vampiros. Estos que veis aquí – y señaló a los que iban mejor vestidos que el resto – son aquellos que han nacido con la maldición, ellos os enseñaran a controlarla y nuestros maestros de armas os entrenaran para el combate. Aunque aprendereis todas las disciplinas del combate, se os repartirá en los cuerpos en los que destaquéis: los más fuertes a los guerreros, con pesadas armaduras de metal, escudo y espada; los más ágiles, a los exploradores, armas pequeñas y armadura ligera, movimientos rápidos y heridas precisas, los arqueros, aquellos capaces de acertar a una mosca a 50 metros y clavarla en un árbol sin matarla; los mandos se le darán a los mejores estrategas, ignorando completamente la procedencia o clase a la que pertecezca – al decir esto miró a los nacidos con la maldición, o como hacían ellos llamarse, los hijos puros de la luna, y estos le devolvieron miradas de rencor, pues esperaban ostentar altos cargos solo por ser quien eran, pero agacharon la vista, pues, como descubriría después, es dificil mantener una mirada de cientos de años.- se os llevará al patio de armas, donde se os entregará ropa limpia y una manta, luego se os enseñaran los pabellones donde podreis asearos y dormir. Mañana comienza el entrenamiento.
Dicho esto, dio la vuelta y se marchó, seguida por el consejo. A la vez, se abrió una puerta tras nosotros que llevaba a un patio, donde a pesar de ser medio día, la luz era como la del crepúsculo en invierno.