domingo, 19 de septiembre de 2010

Malcición VI: El Comienzo


Hombres y mujeres poblaban la sala, incluso algún que otro adolescente imberbe andaba por allí como perdido. La sala era enorme y oscura,como si estuviera bajo tierra, había recorrido tantos túneles, pasillos y corredores, subido y bajado tantas escaleras para llegar allí, que ni lo sabía, de hecho, creo que esa fue la intención del guía que nos llevó hasta la sala. Eramos un grupo de unos veinte, pero al entrar en la sala, eramos cientos los “invitados” a la reunión, sin contar los guardias de capucha negra que poblaban las paredes, ni la larga mesa que había al fondo en un estrado a cuatro pies del suelo.


Los “invitados” teníamos todos la misma expresión en el rostro, a ninguno nos habían llevado a la fuerza, pero no es que nos hubieran dado otra opción. Lo primero que pasó por mi cabeza es si todos compartíamos la misma condición de malditos, de hijos bastardos de la luna.


La mayoría vestíamos ropas humildes, trabajadores, granjeros, hilanderas, cazadores y demás grupos de la plebe, pero había en un rincón un grupo que vestían con ropas mejor cuidadas, como si fueran ricos comerciantes o señores menores, y la expresión de su cara era muy distinta, de autosuficiencia, aunque creí ver algo de duda en sus ojos, pero no se, estaba muy lejos para asegurarlo...


De repente, los guardias de las paredes, empezaron a golpear el suelo con sus lanzas, todos a la vez, todos al mismo ritmo, como si estuviera ensayado, y puede que asi fuera, pues en cuanto se hizo el silencio y solo se oían los golpes, fueron apareciendo hombres y mujeres maduros de los laterales de la sala, para ir a sentarse en la larga mesa. La mayoría eran ancianos, hombres y mujeres de cabellos blancos y túnicas negras, de rostro solemne y mirada penetrante, pero había con ellos una joven, una muchacha que no pasaría de los 25 años, una larga cabellera negra que brillaba a la luz de las antorchas enmarcaba una tez blanca como el algodón, me recordó la visión de la luna llena, rodeada de negrura y con los puntos de luz de las estrellas alrededor. No penséis que me enamoré perdidamente al verla, simplemente contemple la belleza de su rostro como quien contempla el amanecer tras una noche oscura, me pareció una dama de gran belleza, ya está.


Los guardias pararon al unisono una vez se hubieron sentado los que acababan de llegar, entonces salió otro hombre, al que parecer le gustaba la buena mesa, dada la amplitud de su cintura, y habló con voz potente:


  • No temáis, nadie va a haceros daño, al menos dentro de estos muros, pues por eso mismo estáis aquí, para protegeros. Todos lleváis la marca del lobo, todos sois hijos de la luna, todos – y para decir esto último se tomo su tiempo – sois licántropos.


Un murmullo general recorrió la sala, parece ser que no era el único que ya había contemplado esa posibilidad. Levantó las manos pidiendo silencio:


  • Estáis aquí por una sola razón, los vampiros os superan en número como nunca antes había pasado, son demasiados, y lo peor de todo, han decidido acabar con vosotros. - El silencio fue absoluto.- Aunque no todos, sois un número importante de los de vuestra especie los que aquí os encontráis. Nosotros no iremos a la guerra, nos dedicamos a cuidar el equilibrio, solamente, jamas matamos matamos mas de lo necesario, y en este caso, preferimos no hacerlo. Ahora, os ruego un absoluto silencio, pues nuestra dirigente y soberana, quien desde hace siglos ha conseguido mantenernos ocultos, os va a hablar.


Se retiró a un lado tras inclinarse hacia la mesa. Yo esperaba que se levantara la mujer más anciana de la mesa, cual fue mi sorpresa cuando fue la joven la que se levantó. Al hablar su voz era dulce, pero estaba cargada de una gravedad que solo dan el paso de muchos años:


  • Licántropos, soy la Princesa del Reino del Caos, hija de Zahlam, y soberana de estas tierras ocultas a los ojos de los hombres, y este de aquí es mi consejo, como antes lo fueran de mi padre. Ya sabéis lo que ocurre, pero no el por qué estáis aquí, pues os lo diré, estáis aquí para ser entrenados en el arte de la guerra. En una guerra abierta no tendríais ninguna posivilidad, pero tal vez la tengáis en una guerra de guerrillas, pero no ahora, ni siquiera la mitad de vosotros mantiene la voluntad al transformarse, y muy pocos dominais la sed de caza. Estáis aquí para esas dos cosas, para adquirir voluntad y dominio sobre la maldición. Pero aún así, no puede librarse una guerra peleando unas noches al mes, así que se os entrenara en el arte del combate, se os enseñará a manejar la lanza, el escudo y la lanza, el arco y la flecha, parte de la fuerza, de la agilidad, la velocidad y la visión del lobo os acompaña durante el resto del mes, sobre todo de noche. Se os convertirá en guerreros, para que podáis plantar cara a los vampiros. Estos que veis aquí – y señaló a los que iban mejor vestidos que el resto – son aquellos que han nacido con la maldición, ellos os enseñaran a controlarla y nuestros maestros de armas os entrenaran para el combate. Aunque aprendereis todas las disciplinas del combate, se os repartirá en los cuerpos en los que destaquéis: los más fuertes a los guerreros, con pesadas armaduras de metal, escudo y espada; los más ágiles, a los exploradores, armas pequeñas y armadura ligera, movimientos rápidos y heridas precisas, los arqueros, aquellos capaces de acertar a una mosca a 50 metros y clavarla en un árbol sin matarla; los mandos se le darán a los mejores estrategas, ignorando completamente la procedencia o clase a la que pertecezca – al decir esto miró a los nacidos con la maldición, o como hacían ellos llamarse, los hijos puros de la luna, y estos le devolvieron miradas de rencor, pues esperaban ostentar altos cargos solo por ser quien eran, pero agacharon la vista, pues, como descubriría después, es dificil mantener una mirada de cientos de años.- se os llevará al patio de armas, donde se os entregará ropa limpia y una manta, luego se os enseñaran los pabellones donde podreis asearos y dormir. Mañana comienza el entrenamiento.

Dicho esto, dio la vuelta y se marchó, seguida por el consejo. A la vez, se abrió una puerta tras nosotros que llevaba a un patio, donde a pesar de ser medio día, la luz era como la del crepúsculo en invierno.

sábado, 5 de junio de 2010

El paso del tiempo


Heme aqui otra vez, volcando mi alma sobre un teclado después de meses de sequía, y todo debido a que las musas me abandonaron durante todo este tiempo...

Y la causa de que vuelva no la tengo clara, simplemente mis dedos vuelan de nuevo sobre el teclado como los de un pianista sobre las teclas.

Decir que algo extraño siento dentro de mi, posiblemente debido a los acontecimientos que se me vienen encima, la agonia de saber que de nuevo todo pende de un hilo, para que luego sean otros los que se lucren con mi trabajo y mi esfuerzo.
¿De verdad vale la pena pasar por todo esto? Hay veces que me lo planteo, pasar media vida preparandote para algo, mientras te llenan la cabeza de pajaritos que trinan que con esfuerzo todo se consigue y cuando te quieres dar cuenta tu juventud ha volado y no estás haciendo aquello para lo que te has preparado.

Con esto no quiero bajarle la moral a nadie, simplemente muestro lo que es la realidad para la mayoria de la gente.

Pero bueno, no era de esto de lo que quería hablar.

Estoy algo extraño, hacía mucho tiempo que no me encontraba así, la incertidumbre me ataca por todas partes y no tengo fuerzas para combatir tantos frentes, soy como una Numancia asediada por las legiones romanas.

Se supone que la juventud debe tenerlo todo claro, mirar al frente y luchar por ello, ¿cómo luchar cuando aunque tengas las armas tu enemigo te supera en numero, y en calidad, y además es su territorio? Creí que nunca más tendría que empuñar escudo y espada, pero mis dedos han olvidado su fuerza, y solo una empuñadura se la recordará.

En fin, no hay retirada, no hay rendición, esa es la ley espartana.

martes, 4 de mayo de 2010

Disculpas

Siento tardar tanto en subir.

En los proximos días subiré el proximo capitulo, que está casi acabado.

Decir debo que me he dado cuenta de que el segundo capitulo estaba incompleto, asique le he añadido lo que le faltaba.

Gracias a todos los que me leeis por vuestra paciencia.

jueves, 28 de enero de 2010

lunes, 18 de enero de 2010

Maldición V: Guerreros en las tinieblas



Las sombras se cernían sobre mi. Estaba transformado, pero tenia conciencia de mi propia condición, no era la bestia que había sido desde que me mordieron, de hecho, en las ultimas noches había conseguido alimentarme de animales y no de humanos. Estaba en un pequeño claro, royendo los huesos de un ciervo cuando escuché el sonido de la hierva al ser aplastada por unos pies - desde mi mordedura mis sentidos se habían agudizado hasta limites casi imposibles- , solté el hueso y me puse en guardia. Al momento los pasos se hicieron más lentos, quien quiera que fuese, sabia que los estaba esperando. Escuché más pasos a mi alrededor, me estaban rodeando, al menos eran diez, si no más, e iban armados, el aroma de cuero y acero mezclado se intensificaba con cada paso, pero no eran humanos, su olor era diferente, como el de alguien que acaba de morir, pero no podían estar muertos, puesto que se estaban acercando, la única solución posible era que hubieran robado sus ropas a cadáveres para tapar sus propios aromas.

¡Eh, tú! ¡Perro sarnoso! ¿Quién te a dado permiso para cazar humanos y animales en nuestro territorio? ¿Quién eres tú para robarnos la comida?

¿Cazar humanos? ¿Acaso esta tropa de guerreros que me rodea no son humanos? Eso explicaría el hecho de que llamaran comida a los humanos y su olor pero si no son humanos, ¿qué son? Pero en mi estado no les podía preguntar nada, mis cuerdas vocales solo me permitían emitir gruñidos, aullidos y poco más, así que me mantuve en alerta listo para defenderme, pues estaban sacando las armas.

Mirara donde mirase solo veía espadas, arcos, lanzas y puñales, que relucían de forma extraña a la luz de la Luna llena,como si no fueran de acero sino de algún otro metal, acercándose cada vez más. El que había hablado portaba dos espadas cortas, y las hacía girar con maestría, más como intimidación que para calentar los músculos.

De repente, justo antes de que me abalanzara sobre el que tenía más cerca, unas extrañas sombras salieron del bosque, rodeándonos a todos, pasaron como una exalación entre los guerreros usándome a mi de centro de su propio circulo y desaparecieron como habían aparecido. Solo me dio tiempo a distinguir brillo de metales en las fugaces sombras y en cuanto desaparecieron, las cabezas de los guerreros empezaron a desprenderse de los cuerpos, cayendo todos con un ruido amortiguado por la hierba fresca.

Una nube tapó la Luna y en ese momento volví a ser humano. Pregunté a voz en grito: - ¿Quién anda ahí? Y el final de la frase se convirtió en un estertor, pues volvía a mi forma maldita. Entonces las sombras aparecieron de nuevo, deteniéndose junto a mi, formando un circulo cerrado y pude distinguir su olor y ropajes. Iban de negro, con ropa para el combate y una capa con capucha también negra. Todos llevaban una espada de doble filo en el cinturón, y un arco y un carcaj en la espalda, además se adivinaban los mangos de dos espadas cortas a los lados del carcaj. Pero lo que más me impresionó fue su olor, olían de forma similar a los humanos, pero los matices que los diferenciaban eran infinitos. Lo poco que conseguí ver debajo de la capucha fue una piel blanca, pero no como la de los guerreros que acababan de morir, que era cetrina como la de un muerto, sino como la de aquel que lleva años sin que le de el Sol.

¿Entiendes lo que digo? - pregunto uno de ellos, que parecía el jefe, pues llevaba un extraño distintivo en el pecho. Yo no podía hacer otra cosa que asentir, y noté un extraño acento en su forma de hablar. - ¿Sabes quienes eran los que han estado apunto de atacarte? - Negué con la cabeza. - Eran vampiros, y están un tanto alterados con tu comportamiento desde hace unos meses. - Sin embargo no parecía una reprimenda, sino que parecían brillarle los dientes en una sonrisa bajo la capucha. - Acompañanos, no somos los más indicados para darte todos los detalles de la situación. - y sin esperar respuesta comenzó a andar, y los otros lo siguieron.

Una parte de mi se reía, había dicho que los que me atacaron eran vampiros, pero otra parte pensaba que las piezas comenzaban a encajar. Así que los seguí, y a pesar de mi velocidad, me tuve que esforzar al máximo para seguir su ritmo.


Al llegar a mi destino descubrí que se habían enviado emisarios a todos los que compartían mi condición, vivieran solos o en manada, para que, al igual que a mi, se nos llevara al Concilio.